

La Segunda Guerra Mundial ha sido el conflicto que más víctimas se ha cobrado en la historia de humanidad. Provocó la pérdida de aproximadamente 54 millones de personas, sin olvidar los 65 millones de heridos y 3 millones de desaparecidos.
La mayor parte de los afectados, fueron civiles no combatientes y el 98% de ellos provenían de Polonia. Esto fue provocado por los bombardeos masivos perpetrados sobre grandes núcleos urbanos, la desnutrición, las enfermedades, y el lanzamiento de las bombas nucleares sobre Japón.
Varios de los factores que provocaron la alta cifra de fallecidos, fueron el empleo de un armamento altamente sofisticado, que incrementó el número de caídos en los frentes de batalla. Además, la política nazi de creación de campos de concentración y exterminio especialmente de judíos, pero también de minorías raciales, hizo estragos en la población.
En términos geográficos, el mayor número de víctimas lo experimentó Europa oriental. Sobre todo la Unión Soviética, con 21 millones de muertos, lo que supuso el 10 % de su población. Le siguió Polonia con 5 millones de víctimas, el 20 % del total de sus habitantes, y finalmente en Asia, donde China perdió 13 millones de personas, la mayor parte como consecuencia del hambre y las enfermedades. Por contra, Estados Unidos, a pesar de su participación en todos los escenarios de guerra, cosechó aproximadamente unas 300.000 víctimas, un número significativamente bajo si se compara con el de otros contendientes.
Consecuencias demográficas
Un sin fin de ciudades de todos los países, como Hiroshima, Nagasaki, Dresde, Stalingrado,Varsovia, Coventry, etc, fueron arrasadas, ocasionando el desplazamiento forzoso de millones de personas. Se calcula que unos 40 millones de personas tuvieron que desplazarse forzosamente de su lugar de residencia anterior a la guerra, dando lugar en muchos casos a un cambio radical en el mapa étnico, especialmente de Europa Central. Un claro ejemplo de esos cambios fue la creación del Estado de Israel (1947), que acogió a judíos procedentes de toda Europa.

Un Bulldozer británico retira cadáveres de un campo de
concentración tras su liberación, 1945

Entre los estados vencidos, Alemania fue el país más perjudicado. Por segunda vez vio cómo se malograba la oportunidad de convertirse en una potencia de rango mundial. Perdió la soberanía y su territorio fue repartido entre los vencedores.
Japón, por su parte, aunque conservó su integridad territorial, quedó ocupado y administrado por los Estados Unidos, representados por el general MacArthur.
Entre las potencias vencedoras, Reino Unido tuvo que asumir que papel de potencia colonial había desaparecido (pronto se iniciaría el proceso descolonizador). En adelante sus intereses quedarían subordinados a los de Estados Unidos.
Francia, sin embargo, que había jugado un papel secundario durante la guerra, tras ser derrotada por los alemanes, recuperó parte de su protagonismo como potencia.
Dos estados salieron reforzados del conflicto y se disputaron la hegemonía mundial en los siguientes años al conflicto: Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Soviética. El primero, sostén fundamental de los aliados en la lucha contra las potencias del Eje, quedó durante un tiempo en situación ventajosa, fundamentando su posición en su enorme potencial económico y militar. Ostentó el monopolio del poder nuclear, hasta que la URSS construyó su primera bomba, en 1949.
Consecuencias políticas


La guerra trajo consigo un debacle económico. A consecuencia de los combates terrestres y aéreos, Europa quedó devastada. Los masivos bombardeos, ejecutados, tanto por las potencias del Eje (durante la primera fase del conflicto), como por los aliados (en la segunda) agravaron el problema. Ciudades, industrias, nudos ferroviarios y carreteras quedaron seriamente dañados. Millones de toneladas de barcos fueron enviados al fondo del mar. Se calcula que Europa perdió aproximadamente el 50% de su potencial industrial. Otro tanto sucedió a Japón. El sector agrícola también se vio afectado; se perdieron cosechas enteras, y el hambre, erradicada en Europa desde el siglo XVIII, apareció de nuevo. En China sobre todo, el hambre sería uno de los principales motivos de muerte.
La industria bélica se fortaleció en detrimento de la de bienes de consumo, y el sector servicios también se resintió.
Una vez concluido el conflicto resultó una difícil tarea la reconversión de la industria pesada, destinada a producir equipamiento militar, en otra encaminada a producir bienes y servicios. En Estados Unidos y, sobre todo en la URSS, la industria militar siguió jugando un papel crucial, debido a la "Guerra Fría", situación que no se alteraría hasta la década de los 90.
Consecuencias económicas
Al término del conflicto las viejas potencias europeas, como el Reino Unido, Francia y Alemania, habían perdido definitivamente el liderazgo económico que ya habían comenzado a ceder a Estados Unidos tras la Primera Gran Guerra.
Por el contrario, la economía estadounidense salió reforzada y experimentó un auge espectacular, especialmente en su sector industrial, con un crecimiento del producto interior bruto en torno al 10% anual. El país americano se había convertido en el mayor proveedor de productos manufacturados a los aliados, a quienes había concedido importantes sumas de dinero en forma de créditos. En 1945 era acreedor de la mayoría de los estados y controlaba dos tercios del total de las reservas mundiales de oro. Su hegemonía como potencia industrial, financiera y agraria se impuso sin discusión, superando a la de su principal oponente, la URSS.

Detroit (EEUU) en los años 50
Los bloques capitalista y comunista durante la Guerra Fría
Superviviente entre las ruinas de Varsovia, 1939

El desastre humanitario y económico de la guerra causó una auténtica convulsión en el mundo, desencadenando contradicciones morales que eran difíciles de comprender. Muchos valores en los que se asentaba la cultura occidental, sus esperanzas de progreso social y la supuesta superioridad de sus ideales, quedaron en entredicho. Con la excepción de los Estados Unidos, Occidente no saldría de la crisis de pesimismo en la que se hallaba inmerso hasta los años 60.
Las matanzas de civiles en los bombardeos, como los de Coventry o Dresde; las ejecuciones en masa, como las del bosque de Katyn en 1940, en la que miles de polacos, la mayoría oficiales del ejército e intelectuales fueron asesinados a sangre fría por los soviéticos; la total destrucción de
Consecuencias ideológicas
Hiroshima y Nagasaki,no consiguió alcanzar el nivel de horror y la repercusión del genocidio llevado a cabo por el régimen nazista, sobre determinadas minorías étnicas como la judía o la gitana.
Los comportamientos tradicionales hasta entonces entendidos como normales, cambiaron, ya que hubo muchos, que a pesar de estar plenamente socializados en tiempos de paz, desempeñaron durante la guerra roles extremos, incluyendo el de genocidas.
La mujer, que ya había iniciado su proceso de emancipación tras la Primera Guerra Mundial, adquirió un papel cada vez más relevante, incluso en sociedades fuertemente tradicionales como la japonesa. Algo similar sucedió con las minorías raciales, especialmente, la negra de Estados Unidos.


El mundo se mostraría diferente tras lo acontecido en la Segunda Guerra Mundial.
En Europa, por ejemplo, la Unión Soviética fue la gran beneficiada al desplazar su frontera occidental más de doscientos kilómetros hacia el oeste, recuperando lo perdido en 1918. Estas anexiones “empujaron” a Polonia en la misma dirección: los polacos cedieron territorio a la URSS y a cambio obtuvieron importantes regiones de la zona oriental de Alemania.
Alemania por el contrario fue la gran perdedora. Además de ser dividida en cuatro zonas de ocupación (soviética, norteamericana, británica y francesa) cedió más de cien mil kilómetros cuadrados a Polonia y la URSS. La otra potencia del Eje, Italia, también perdió sus colonias y la península de Istria que se anexionó Yugoslavia.
En Asia, Japón vio desaparecer su imperio y tuvo que abandonar los territorios que controlaba en China, Corea y la isla de Formosa (Taiwán).
Esta ligera modificación de fronteras se vio acompañada por los desplazamientos masivos de población. Entre once y doce millones de alemanes abandonaron sus hogares en la zona oriental de Europa (URSS, Polonia, Sudetes en Checoslovaquia, Balcanes) y se encaminaron hacia lo que quedaba de Alemania. Aproximadamente dos millones de polacos de la antigua Polonia oriental fueron reinstalados en las regiones occidentales arrebatadas a Alemania. Medio millón de finlandeses, abandonaron las regiones anexionadas por la URSS y una parte importante de los húngaros que vivían en Eslovaquia tuvieron que salir del país. En el continente asiático, siete millones de japoneses dispersos por su antiguo imperio, tuvieron que retornar al archipiélago nipón.
El nuevo mapa en el mundo

División de Alemania tras la guerra

El Holocausto fue el asesinato sistemático de cerca de seis millones de judíos a manos del régimen nazi alemán. Las persecuciones antijudías comenzaron en la Alemania nazi ya en 1933, pero la gran la matanza organizada y masiva fue ejecutada durante la II Guerra Mundial. Durante cuatro años y medio, los nazis y sus cómplices asesinaron a seis millones de judíos. Sólo 250 días hicieron falta, entre abril y noviembre de 1942, para asesinar a cerca de 2.500.000 judíos. Nunca demostraron ningún tipo de limitaciones, solo aminoraron cuando ya no había suficientes judíos para matar y se detuvieron únicamente, cuando los Aliados los derrotaron.
No había escapatoria. Los asesinos no se contentaban con la destrucción de comunidades; también seguían la pista de cada judío escondido y perseguían a cada fugitivo. El crimen de ser judío era tan grave, que cada persona debía ser eliminada. Los hombres, las mujeres y los niños, todos sin excepción, estaban destinados a sufrir y morir, sin aplazamiento, sin esperanza, sin posibilidad de amnistía ni de alivio.
Para 1945 la mayoría de los judíos de Europa habían muerto. Los supervivientes, aturdidos, demacrados e inconsolables, juntaron los pedazos restantes de vitalidad y los últimos destellos de su humanidad y comenzaron a reconstruir su vidas. No persiguieron a sus atormentadores, pero sí exigieron justicia, aun sabiendo que era imposible conseguirla, ante un crimen de tales dimensiones. Dedicaron el resto de sus vidas a reconstruirse, por dentro y por fuera: nuevas familias, bajo la sombra de los ausentes; nuevas historias de vida, para siempre deformadas por las heridas; nuevas comunidades, para siempre acosadas por la pérdida.
El Holocausto

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